Por extraño que parezca, la historia es así. Ella se llama Ayelén. El se llama Martín.
Él nació cerca del Río de la Plata. Ella, mucho más al sur.
No se conocen. Y esto no tiene nada de extraño, porque eso es lo que le pasa a la mayor parte de la gente que hay en el mundo. No se conocen entre sí. Ella vive en un lugar. Él vive en otro. Él tiene una familia. Ella tiene otra. Ella tiene dos ojos. Él tiene otros.
En algunos aspectos Ayelén y Martín se parecen. En otros, son muy diferentes. Y no solamente en el color de la piel o del cabello.
Hay un pequeño animal volador al que él llama picaflor y ella llama pinda. Hay otro, como un gato enorme, que para él es jaguar y para ella, nahuel. Lo que para ella es leufú, para él es río. Pero aunque no se conocen, cuando se ríen, los dos ríen igual.
Un objeto duro al que él llama piedra, para ella es cura. Para él, en cambio, cura tiene que ver con alejarse de la enfermedad.

Una vez estuvo enfermo y se curó. Casi hubiera preferido no curarse, porque enseguida lo mandaron a un lugar lejano a pelear. Él no estaba seguro de que tuviera ganas de pelear, menos contra gente a la que ni conocía.
A lo que ella llama mapu, él llama tierra y también pueblo. Para él, durante mucho tiempo mapu no quiso decir nada. Pero le parecía que llegar a una tierra desconocida para matar al primero que se pusiera adelante no era la mejor manera de llegar.
A lo que ella llama pirré, él llama nieve. Y a los dos le da frío. Sí, Ayelén y Martín no se conocen, pero los dos están con mucho frío. Sobre todo porque en esa época se empezó a helar todo desmesuradamente. Y el resto de la gente que andaba por ahí también tenía mucho frío. Se congelaban los campos y las semillas, se congelaban los árboles y los pájaros. Se congelaban los chicos y los viejos de barba blanca. Se congelaban las mujeres y los hombres de piel oscura y también los de piel clara.
Hacía mucho frío, y el fuego que salía de los rifles y de los cañones no servía para calentar nada.
A lo que Ayelén llama peñi, Martín llama hermano. Y el frío los estaba hermanando a todos, el frío que salía de las armas de fuego les estaba abriendo a todos una sombría herida helada.
Y con cada disparo el frío crece y no hay con que encender un fuego que sirva para entibiar las manos o echarse algo caliente en la garganta.
A lo que ella llama ruca, él llama casa. Y él soñaba con el amparo de un hogar con leños encendidos mientras sus pies resbalaban por una tierra helada.
Martín y Ayelén no se conocían. Cada cual vivía su vida y andaba su camino. Pero de golpe las líneas de los dos caminos se encuentran a un mismo punto. Y hay como un chispazo en ese punto y de ahí nace una llama. Es una llama de amor en sus miradas.
Es una de esas llamas que se encienden y quedan instaladas y se abren camino y producen un intenso calor que se propaga.
Y la llama se agiganta y se transforma en pájaro de increíbles alas. El pájaro levanta vuelo y riega la tierra con una lluvia de pequeñas llamas.
Son de esas llamas que derriten el hielo de los ríos, pulverizan el frío de los corazones y entibian los campos y las casas. Y hacen brotar frutas y flores y canciones y una alegría que se contagia y se desparrama. Y las armas se tragan ese fuego que nunca pudo dar calor a nada.
Ayelén y Martín ya no se separaron. Están unidos por una llamarada.
Adela Basch.
Necesito saber en qué se parecen y en qué son diferentes. Muchas gracias. Espero su ayuda
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