Esta tarde necesite
encontrarte. Necesité estar un rato con vos, conversando de la vida,
del tiempo y del querer. Pasaron muchos años desde que dejaste de
ser parte de mi vida, pero siempre estuviste presente en mis
recuerdos.
Hace un tiempo
descubrí que no te habías ido, sino que estabas dentro mío, y
simplemente yo no te prestaba atención.
Estos días, en que
el mundo de los adultos me abrumó, es que extrañe la maravillosa
sensación que sentía cuando vos estabas presente, cuando yo era
niño.
Quisiera decirte
algunas cosas que considero importante, aunque para comenzar puedo
decirte que estés tranquilo, que por el camino que vas, estas yendo
muy bien.
Te cuento que el
mundo que se te viene por delante, es complejo, inquietante y
hermoso. Estará repleto de desafíos y obstáculos pero, ¿sabés
que?, cuando los superes sentirás una paz increíble.
Me gustaría decirte
que no pienses que los demás no te quieren, que trates de darte
cuenta de las personas que están alrededor tuyo; ellas tienen
muchísimo amor para darte.
No tengas miedo de
amar, a pesar que cuando vayas creciendo, vas a ir sintiendo que el
amor va de la mano del dolor. Te puedo asegurar, que en un momento,
vas a encontrar un amor que te llevará a los lugares mas hermosos e
insospechados que existen.
También te quiero
decir que no tenes que estar tan pendiente de lo que piensen los
otros, al fin y al cabo son los pensamientos y las inseguridades de
los otros. No dejes que ellos entren en vos, vales mucho, pequeño.
Nunca dejes de leer.
Siempre que no sepas algo, averigua de que se trata. Es preferible
callar en la ignorancia a hablar pavadas y mentiras.
Tené siempre
presente que decir que NO, puede ser ser negativo, pero también
positivo.
Tené siempre
presente que decir que SI, es riesgoso, pero siempre vale la pena.
No te voy a contar
que cosas te van a deparar con el correr de los años. Si te puedo
decir que vas a tener una familia hermosa, con personas que aun no
conoces. Vas a tener amigos que te van a durar mucho tiempo, y vas a
tener amores, porque lo enamoradizo que sos ahora, no se va a ir de
grande.
Esos amores te van a
dar momentos bellos, pero también te lastimarán. Sentirás que sos
el peor del mundo, pero no te olvides que sos una gran persona, mas
allá del dolor y la tristeza.
Te prometo que un
día, vas a mirar para atrás, como lo estoy haciendo yo hoy, y vas a
descubrir que fuiste feliz. Fuiste y sos un niño feliz, porque a
pesar de haberte faltado muchas cosas materiales, y afectivas,
siempre tuviste el amor de tu familia, y por sobre todas las cosas,
te tuviste a vos.
Me despido diciendo
que ya no vas a estar mas solo en mi corazón: ahora que se que
estas, te quiero conmigo, caminando de la mano, aprendiendo y
equivocándonos las veces que sean necesarias para ser mas felices
aún.
¿Qué hago con este
“extrañarte” tan intenso que siento en mi pecho?
¿Qué hago ahora
que estoy caminando por la ciudad, mirando como los autos pasan, como
la gente deambula y yo acá, pensándote?
¿Que hago con este
sentir que me desborda el alma, si no te tengo en mis brazos en cada
segundo, en cada instante?
¿Cómo puedo
soportar esta necesidad imperiosa de tenerte, de tocarte, de
sentirte?
¿Cómo hago, si
hace apenas unas horas te deje de ver, si hace apenas unos instantes
te fuiste de mi lado?
Y sin embargo, te
extraño, te pienso, estás en mi mente, pero también estás en mi
cuerpo, estás en mi alma, estás en mis manos. Estás también en
mis pasos, estás en el humo del cigarrillo que sale de mi boca.
Estás, y no estás.
Y como dijo Mario
Benedetti: “porque te tengo, y no”.
Será una noche
larga, será una noche para pensar y tratar de responder, ¿qué hago
con todo este amor?
Hoy me siento a
escribir, acompañado de sonido de la lluvia caer en el patio, el
susurro de un viento insolente que golpea las ventanas, como pidiendo
pasar. Hay un cielo nublado, que hacen que el día sea gris, frío,
yermo, inhóspito. Pero al mismo tiempo, lo que ocurre en mi
interior, es lo opuesto a como esta este día de invierno.
Me siento a escribir
aquello que tanto me cuesta expresar, tal vez por incapacidad, tal
vez por inseguridad, tal vez por cobardía, o simplemente porque no
lo se explicar.
Amo a una mujer.
Si, la amo, con todo
lo que eso conlleva: los claros, los oscuros, las risas, las
lágrimas, la alegría, la melancolía. La amo con su valentía y su
cobardía, con sus certezas y sus inseguridades, con sus palabras y
con sus silencios. La amo con nuestros pasados, el suyo, el mío; con
nuestro presente, sorprendente y deslumbrante; con nuestro futuro,
inciertamente maravilloso.
Amo a una mujer, amo
a ésta mujer; la amo a ella.
Ella es dueña de
todo aquello que yo creía que no existía, de cosas que creí
extintas. Ella puede llevarme por los cielos como un barrilete es
llevado por el viento y también puede arrastrarme por la tierra como
un carrito de un niño.
Ella tiene una
galaxia en cada uno de sus ojos, llena de estrellas, llena de
misterios infinitos, y de maravillas nunca vistas. Sus ojos, cual
talón de Aquiles, me vulneran, me desarman las estructuras armadas
en materias del corazón. Me dejan desnudo, a su lado, perdido en ese
mar de constelaciones y nebulosas.
Ella tiene la mágica
capacidad de tocarme el alma, de extraer la esencia y poner a
disposición de ella, pero también de mi, permitiéndome descubrir
que se puede ser feliz, mas allá de la razón.
Ella apareció en mi
vida, cuando mas la necesitaba, cuando mas vulnerable estaba, cuando
mas creí que el tiempo se me escurriría de las manos, estando en
soledad. Desembarcó en este puerto, con un par de canciones en su
haber, una sonrisa maravillosa, una mirada expectante y un silencio
respetuoso para permitirse escuchar.
Y me habló de
almas, y de piedras. Me dijo tantas cosas, hermosas, que aún hoy
recuerdo.
Me dijo que un mes,
como Abril, podía ser bello a pesar de que para mi había sido solo
tormenta.
Me dijo que un beso
en la nariz, podía ser una maravillosa expresión de amor.
Me dijo que en la
vida, todo, pero absolutamente todo pasa, excepto el amor.
Me dijo que dar un
abrazo sana, a pesar de que no exista un por qué para hacerlo.
Me dijo que me
amaba, que era importante para ella, y que se sentía feliz.
Me dijo que tenía
que desconectar el cerebro, para poder conectar el corazón.
Me dijo que yo le
estaba enseñando cosas que ella desconocía. Ella no sabía que la
que me estaba enseñando era ella a mi.
Y entre tanto que me
dijo, mi corazón, que es como un copón de vino antiguo, se fue
llenando gota a gota de ella, de su amor, y de su luz. Y cuando ese
amor lleno el copón, empezó a desbordar, a correr por todos lados,
como corre un río embravecido hacia el mar; con fuerza, con
intensidad, con entrega, con amor. Así fue como mi corazón empezó
a fluir, como fluye el agua de un manantial, para luego convertirse
en un arroyo, para pasar a ser un río, y que ese río será mar, y
ese mar, océano. Y ese océano, sera parte de un planeta, que junto
a otros, sera un sistema planetario, que es parte de una galaxia, y
que esa galaxia existe, sola y exclusivamente en sus ojos, en el
interior de los ojos de ella.
Al recorrer los espacios compartidos, aparece tu fantasma.
Ese fantasma que me acecha en noches perdidas, de insomnio y de
pensar. Ese fantasma tan tuyo como mío. Ese fantasma de vos.
Te reconstruía constantemente habitando
espacios en los que ya no estas.
Te veía sonriendo sentada en una silla, o
caminando por el interminable pasillo, trayendo paz donde solo había caos.
Por momentos esperaba, que pasaras la
puerta, que cruzaras el umbral. Esperaba, cual iluso, que de golpe, sin
quererlo, de sorpresa, tus ojos se encontraran con los míos. Mis manos, hoy frías, esperaron constantemente el roce de tu calidez, mis hombros extrañaron tus manos sobre ellos.
Creo escucharte, por momentos, hablar con otra
persona, o reír, o simplemente conversar conmigo.
Ya no estás.
Ya no estás, y temo no acostumbrarme.
Ya no estás, y no hay retorno.
Si pienso en el tiempo que perdí, en los
momentos que deje pasar, me angustio. Porque hoy no estás, y no estarás mas.
Y de pronto, en medio de la muchedumbre, entre la brisa otoñal y las voces perdidas, apareciste. Estabas de pie, en medio de la gente, mirándome, sonriendo, como siempre, como quiero recordarte.
¿Quién hubiera dicho que te encontraría justo ahora, justo en este momento? ¿Quién diría que después del camino recorrido por ambos, confluiríamos en un mismo río?
Aun cuesta manejar el caudal, por momento desbordante, por momentos estático. Cuesta encontrar las palabras justas, para decirte que te quiero cuidar, que necesito tenerte en mis brazos y abrazarte hasta que nuestros cuerpos se fusionen como ocurre en las estrellas.
Mucho hemos pasado; demasiado dolores, demasiadas tristezas que nos han herido de muerte, pero aquí estamos, sobreviviendo a la vida, redescubriendo que puede existir una alternativa a lo gris de nuestros días. Aunque duele la dificultad de encontrarnos, consuela la certeza de que estamos aquí. En el mismo camino.
Hoy estoy aquí, y te tengo de la mano, para que la marea no nos arrastre. Me aterra pensar en la posibilidad de que mis manos pierdan fuerza y te marches, y temo no volver a encontrarte más.