domingo, 16 de septiembre de 2012

Te esperé

Sentado debajo de la luna y pensándote, te estaba esperando. Miraba la puerta ansiando el momento de verte atravesarla, te imaginaba cruzando el umbral de las utopías; pero nunca pasó. Nunca llegaste a mis ojos. Nunca te vi arribar a los sueños de un loco iluso que sentía que allí ibas a estar. 
Mirando el cielo, me detuve en una estrella que brillaba a lo alto. Al observarla pensé si en ese momento, vos, donde quiera que estuvieses, la estarías mirando. Cuando creí que si, sentí un aire de paz que recorrió mi cuerpo, sentí que de alguna forma, algo de lo que decía, podía servir para socavar las penas de tu alma. Pero enseguida caí en el otro lado de lo que sentía: ¿y si no la mirabas, porque tus ojos estaban en otra estrella o porque, simplemente, no podías arriesgarte a cambiar de estrella? 
El frío de la noche ya había comenzado a dejar rastros en mis manos, el cigarrillo se consumía lento y constante, como las esperanzas de verte llegar. Cuando ya el sol, comenzó a regalar sus primeros rayos al alba, ahí entendí que no ibas a llegar y me marche a dormir, con tus ojos en mi mente, con tus manos en mi alma y con tu nombre en mi pecho.

Antü.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Aqui quedo yo

Miro por la ventana y veo como te marchas.
Un simple adiós sale de tu boca y se pierde en los sueños perdidos de un joven cautivado que reza por tu amor. En cada momento, te escapas como agua por mis manos cuando intento agarrarla. No puedo evitar sentir la necesidad de que no te vayas. Tanto tiempo oculto bajo el manto del silencio, que una vez decidido a escribir una nueva pagina en mi vida, no puedo retener el vendaval de pasión y pensamientos que surge, cual volcán en erupción, del medio de mi pecho.


La otra noche te soñé. Te tenía frente a mi, y yo tan solo te miraba. Miraba tus ojos y me perdía en el maravilloso y misterioso infinito de tus secretos. Te miraba y mi corazón aceleraba. Mis manos, temblorosas, se acercaban a tus manos y las sujetaban. Te tomaba de las manos, y te acariciaba. Mi consciente bien en claro tenía que simplemente era una quimera irracional de mis mayores anhelos.
A veces pienso cómo haré para demostrarte todo lo que siento. Es ahí cuando llego al callejón sin salida, donde no se como continuar. Sin verte, sin hablarte, sin mirarte, sin sentirte, es como pretender perder el miedo a nadar sin tocar el agua.
Y cuando dices adiós, te vas. Y todo continua, el tiempo sigue su curso, el reloj no detiene su marcha y aquí quedo ... pensándote.


Antü