sábado, 2 de junio de 2012

Poema a la Clase Media

Clase media
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande
Desde el medio mira medio mal
a los negritos
a los ricos a los sabios
a los locos
a los pobres
Si escucha a un Hittler
medio le gusta
y si habla un Che
medio también
En el medio de la nada
medio duda
como todo le atrae (a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y (medio confundida) sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan(medio en las sombras)
a veces, solo a veces, se dá cuenta(medio tarde)
que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina
Así, medio rabiosa
se lamenta(a medias)
de ser el medio del que comen otros
a quienes no alcanza a entender
ni medio.


Mario Benedetti.

jueves, 5 de abril de 2012

Manual del Guerrero de la Luz

- En la playa al este de la aldea, existe una isla, con un gigantesco templo lleno de campanas - dijo la mujer.

El niño reparó que ella vestía ropas extrañas y llevaba un velo cubriendo sus cabellos. Nunca la había visto antes.

- ¿Tú ya lo conoces? - preguntó ella -. Ve allí y cuéntame qué te parece.

Seducido por la belleza de la mujer, el niño fue hasta el lugar indicado. Se sentó en la arena y contempló el horizonte, pero no vio nada diferente de lo que estaba acostumbrado a ver: el cielo azul y el océano.

Decepcionado, caminó hasta un pueblecito de pescadores vecino y preguntó sobre una isla con un templo.

- Ah, esto fue hace mucho tiempo, en la época en que mis bisabuelos vivían aquí - dijo un viejo pescador -. Hubo un terremoto y la isla se hundió en el mar. Sin embargo, aun cuando no podamos ya ver la isla, aún escuchamos las campanas de su templo, cuando el mar las agita en su fondo.
El niño regresó a la playa e intentó oír las campanas. Pasó la tarde entera allí, pero sólo consiguió oír el ruido de las olas y los gritos de las gaviotas.
Cuando la noche llegó, sus padres vinieron a buscarlo. A la mañana siguiente, él volvió a la playa; no podía creer que una bella mujer pudiese contar mentiras. Si algún día ella regresaba, él podría decirle que no había visto la isla, pero que había escuchado las campanas del templo que el movimiento del agua hacía que sonasen.

Así pasaron muchos meses; la mujer no regresó, y el chico la olvidó; ahora estaba convencido de que tenía que descubrir las riquezas y tesoros del templo sumergido. Si escuchase las campanas, sabría su localización y podría rescatar el tesoro allí escondido.
Ya no se interesaba más por la escuela, ni por su grupo de amigos. Se transformó en el objeto de burla preferido de los otros niños, que acostumbraban a decir: "Ya no es como nosotros, prefiere quedarse mirando el mar porque tiene miedo de perder en nuestros juegos".
Y todos se reían, viendo al niño sentado en la orilla de la playa.
Aun cuando no consiguiese escuchar las viejas campanas del templo, el niño iba aprendiendo cosas diferentes. Comenzó a percibir que, de tanto oír el ruido de las olas, ya no se dejaba distraer por ellas. Poco tiempo después, se acostumbró también a los gritos de las gaviotas, al zumbido de las abejas y al del viento golpeando en las hojas de las palmeras.
Seis meses después de su primera conversación con la mujer, el niño ya era capaz de no distraerse por ningún ruido, aunque seguía sin escuchar las campanas del templo sumergido.
Otros pescadores venían a hablar con él y le insistían:

- ¡Nosotros las oímos! - decían.

Pero el chico no lo conseguía.
Algún tiempo después, los pescadores cambiaron su actitud.

- Estás demasiado preocupado por el ruido de las campanas sumergidas; olvídate de ellas y vuelve a jugar con tus amigos. Puede ser que sólo los pescadores consigamos escucharlas.

Después de casi un año, el niño pensó: "Tal vez estos hombres tengan razón. Es mejor crecer, hacerme pescador y volver todas las mañanas a esta playa, porque he llegado a aficionarme a ella". Y pensó también: "Quizá todo esto sea una leyenda y, con el terremoto, las campanas se hayan roto y jamás vuelvan a tocar".
Aquella tarde, resolvió volver a su casa.
Se aproximó al océano para despedirse. Contempló una vez más la Naturaleza y, como ya no estaba preocupado con las campanas, pudo sonreír con la belleza del canto de las gaviotas, el ruido del mar, el viento golpeando las hojas de las palmeras. Escuchó a lo lejos la voz de sus amigos jugando y sintióse alegre por saber que pronto regresaría a sus juegos infantiles.
El niño estaba contento y - en la forma en que sólo un niño sabe hacerlo - agradeció el estar vivo. Estaba seguro de que no había perdido su tiempo, pues había aprendido a contemplar y a reverenciar a la Naturaleza.
Entonces, porque escuchaba el mar, las gaviotas, el viento en las hojas de las palmeras y las voces de sus amigos jugando, oyó también la primera campana.
Y después otra.
Y otra más, hasta que todas las campanas de templo sumergido tocaron, para su alegría.
Años después, siendo ya un hombre, regresó a la aldea y a la playa de su infancia. No pretendía rescatar ningún tesoro del fondo del mar; tal vez todo aquello había sido fruto de su imaginación, y jamás había escuchado las campanas sumergidas en una tarde perdida de su infancia. Aun así, resolvió pasear un poco para oír el ruido del viento y el canto de las gaviotas.
Cual no sería su sorpresa al ver, sentada en la arena, a la mujer que le había hablado de la isla con su templo.

- ¿Qué hace usted aquí? - preguntó.

- Esperar por ti - respondió ella.

Él se fijó en que, aunque habían transcurrido muchos años, la mujer conservaba la misma apariencia: el velo que escondía sus cabellos no parecía descolorido por el tiempo.
Ella le ofreció un cuaderno azul, con las hojas en blanco.

- Escribe: un guerrero de la luz presta atención a los ojos de un niño. Porque ellos saben ver el mundo sin amargura. Cuando él desea saber si la persona que está a su lado es digna de confianza, procura verla como lo haría un niño.

- ¿Qué es un guerrero de la luz?

- Tú lo sabes - respondió ella, sonriendo -. Es aquel que es capaz de entender el milagro de la vida, luchar hasta el final por algo en lo que cree, y entonces, escuchar las campanas que el mar hace sonar en su lecho.

Él jamás se había creído un guerrero de la luz. La mujer pareció adivinar su pensamiento.

- Todos son capaces de esto. Y nadie se considera un guerrero de la luz, aun cuando todos lo sean.

Él miró las páginas del cuaderno. La mujer sonrió de nuevo.

- Escribe sobre el guerrero - le dijo.

Paulo Coehlo

viernes, 24 de febrero de 2012

No te rindas

No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo. Porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas, quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron, vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar un canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.
Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti.

jueves, 9 de febrero de 2012

Barro, tal vez

Si no canto lo que siento
me voy a morir por dentro
he de gritarle a los vientos hasta reventar
aunque sólo quede tiempo en mi lugar
si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada
he de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar
ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo
canción barro tal vez....
y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar
ya me apuran los momentos
ya mi sien es un lamento
mi cerebro escupe ya el final del historial
del comienzo que tal vez reemprenderá
si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada
he de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar
ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo canción
barro tal vez...
y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar.

Luis Alberto Spinetta.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Poema Nº 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda.

martes, 25 de octubre de 2011

Latinoamérica

Soy.
Soy lo que dejaron, soy toda la sobra de lo que se robaron. Un pueblo escondido en la cima, mi piel es de cuero por eso aguanta cualquier clima. Soy una fábrica de humo, mano de obra campesina para tu consumo. Frente de frío en el medio del verano, el amor en los tiempos del cólera, mi hermano.
El sol que nace y el día que muere, con los mejores atardeceres. Soy el desarrollo en carne viva, un discurso político sin saliva. Las caras más bonitas que he conocido, soy la fotografía de un desaparecido. Soy la sangre dentro de tus venas, soy un pedazo de tierra que vale la pena. Soy una canasta con frijoles, soy Maradona contra Inglaterra anotándote dos goles. Soy lo que sostiene mi bandera, la espina dorsal del planeta es mi cordillera. Soy lo que me enseño mi padre, el que no quiere a su patria no quiere a su madre.
Soy América latina, un pueblo sin piernas pero que camina.
Tengo los lagos, tengo los ríos. Tengo mis dientes pa` cuando me sonrío. La nieve que maquilla mis montañas. Tengo el sol que me seca y la lluvia que me baña. Un desierto embriagado con bellos de un trago de pulque. Para cantar con los coyotes, todo lo que necesito. Tengo mis pulmones respirando azul clarito. La altura que sofoca.Soy las muelas de mi boca mascando coca. El otoño con sus hojas desmalladas.
Los versos escritos bajo la noche estrellada. Una viña repleta de uvas. Un cañaveral bajo el sol en cuba. Soy el mar Caribe que vigila las casitas, haciendo rituales de agua bendita. El viento que peina mi cabello. Soy todos los santos que cuelgan de mi cuello. El jugo de mi lucha no es artificial, porque el abono de mi tierra es natural.
Tú no puedes comprar al viento. Tú no puedes comprar al sol. Tú no puedes comprar la lluvia. Tú no puedes comprar el calor. Tú no puedes comprar las nubes. Tú no puedes comprar los colores. Tú no puedes comprar mi alegría. Tú no puedes comprar mis dolores. Tú no puedes comprar al sol. Tú no puedes comprar la lluvia. No puedes comprar mi vida. Mi tierra no se vende.
Trabajo en bruto pero con orgullo, aquí se comparte, lo mío es tuyo. Este pueblo no se ahoga con marullos, y si se derrumba yo lo reconstruyo. Tampoco pestañeo cuando te miro, para q te acuerdes de mi apellido. La operación cóndor invadiendo mi nido, ¡perdono pero nunca olvido!
Aquí estamos de pie: ¡Que viva Latinoamérica!

René Pérez.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Currículum

El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
valiente

usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora limpio de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica

usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros

usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío

entonces
usted muere.

Mario Benedetti.