domingo, 16 de diciembre de 2012

Tus colores

Colores del tiempo,
colores dentro de ti,
quisiera usar tus colores
para pintar mi espectro,
claroscuro,
blanco y negro.

El color de tu mirada
cuando me observas desde lejos
ese color pintaría en los cielos,
los colores de tu voz
cuando me hablas y te siento,
o el color de tu sonrisa
cuando me bebes desde adentro.

Colores y recuerdos,
delineados en el blanco lienzo
con delicada luz y quebrada sombra,
siguiendo los contornos de mi memoria,
buscando los tonos que pueda enmarcar
en mí pecho,
junto al altar de tu lecho.

Colores como ofrendas,
colores como rezos,
 así tomo tus colores
y los transformo en flores
de sutiles fantasmas,
para saber que los tomo
de aquella silueta lejana.

Colores en el viento,
colores en el mar,
colores del pensamiento,
estos son los colores
que me dejó tu reflejo
y ahora a la distancia los pinto
como besos, para colorear mis
tristezas y mis desvelos,
para ponerle tus colores
a mi destino en blanco y negro.

Errante Peregrino


lunes, 26 de noviembre de 2012

El hallazgo

Estoy seguro de que algo hallé.
Solo resta averiguar qué.
Tanto tiempo me llevo encontrarte,
Ahora ya no quiero soltarte.

Buscaré en lo profundo de tus ojos.
Oscuras noches quedan atrás,
Con el sueño mágico de tu boca
Ahogaré las penas, en un beso maravilloso.

Espero con ansias rememorar ese instante
Sobre el aire, en el mar, poder amarte.

Mostrarte cada rincón del mundo, cada recoveco del alma.
Imaginar, a tu lado, que estamos soñando
Amarrándote a mi cuerpo, hasta el fin de los tiempos…

Antü

jueves, 15 de noviembre de 2012

Tengo un plan



Es buscarte sin buscarte.
Es encontrarte sin encontrarte.
Es tocarte sin tocarte.
Es verte sin verte.
Es hablarte sin hablarte.
Es sentirte con locura.

Es cerrar los ojos y crearte.
Es abrir los ojos y rozarte en un suspiro.
Es dejar que las magias nos envuelvan.
Es entregarnos enteros al encuentro.
Es fusionarnos en vuelo.
Es trasgredir nuestras formas en una sola.

Tan solo dejarnos exhaustos de sentido.

Majo Velázquez.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Divina tentación

Ahí estas mujer, radiante, esplendida. Te observo desde el silencio de mi alma y te pienso. Sueño con tu boca, con tus labios, con tu piel y con tus manos. Te veo en la cima de la colina más lejana y yo, viejo alpinista temo escalar. Te miro e imagino que vos haces lo mismo. Te idealizo en mi mente enamorada y construyo teoremas e hipótesis sobre el amor y el deseo. Tomo coraje y comienzo a moverme. Por momentos, dubitativo, por otros convencido. A cada paso, mas clara es la imagen de tu rostro, pero los miedos vuelven.
En el fondo del corazón, algo me recuerdo que sos un fruto prohibido, sos la manzana del paraíso que no puede ser tocada, porque son muchas las cosas que se podrían perder si caemos en la divina tentación.
Cuando alguien se cruza en la vida de otra persona es por algo. Nada en esta vida es obra del azar, siempre es obra de Dios y del Destino, que buscan unir caminos que se pueden complementar.
Asumo los riesgos, siendo conciente de las consecuencias que podría acarrear.
Cuando te alcance, sin miedos y sin prejuicios morderé la manzana.
Morderé tu boca.
Antü.

domingo, 7 de octubre de 2012

Sobre héroes y tumbas (extracto)

Iba al café La Academia. ¿A qué iba? A ver a Castellanos, a Alonso, a seguir las eternas partidas de ajedrez. A ver lo de siempre. Porque todavía no había llegado el momento de comprender que la costumbre es falaz y que nuestros pasos mecánicos no nos conducen siempre a la misma realidad; porque ignoraba todavía que la realidad es sorpresiva y, dada la naturaleza de los hombres, a la larga, trágica. Con Alonso jugaba un nuevo que se parecía a Emil Ludwig. Se Llamaba Max Steinberg. Puede parecer asombroso que gente desconocida y al parecer encontrada por azar, me llevara hasta alguien que había nacido en mi mismo pueblo, que pertenecía a una familia vinculada a la nuestra tan entrañablemente. Aquí deberíamos admitir uno de los axiomas maniáticos de Fernando: no hay casualidades sino destinos. No se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón. Porque si no, ¿cómo el encuentro con una misma persona no produce en dos seres los mismos resultados? ¿Por qué a uno el encuentro con un revolucionario lo lleva a la revolución y al otro lo deja indiferente? Razón por la cual parece como que uno termina por encontrarse al final con las personas que debe encontrar, quedando así la casualidad reducida a límites muy modestos. De modo que esos encuentros que en la vida de cada uno nos parecen asombrosos, como el reencuentro mío con Fernando, no son otra cosa que la consecuencia de esas fuerzas desconocidas que nos aproximan a través de la multitud indiferente, como las limaduras de hierro se orientan a distancia hasta los polos de un poderoso imán; movimientos que constituirían motivo de asombro para las limaduras si tuviesen alguna conciencia de sus actos sin alcanzar a tener, empero, un conocimiento pleno y total de la realidad. 
Así, marchamos un poco como sonámbulos, pero con la misma seguridad de los sonámbulos, hacia los seres que de algún modo son desde el comienzo nuestros destinatarios. Y he caído en estos pensamientos porque estaba a punto de decirle, hace un instante, que mi vida, hasta el encuentro con Carlos, había sido la de un estudiante cualquiera: con sus típicos problemas e ilusiones, con sus bromas en las aulas o en la pensión, con sus primeros amores y con sus audacias y timideces. Y ya antes de empezar a escribir esas palabras comprendí que no era del todo cierto, que iba a dar una idea equivocada de mi período anterior al encuentro, y que esa idea equivocada iba a ser sorprendente de lo que en verdad fue mi reencuentro con Fernando. El asombro queda reducido y generalmente aniquilado cuando miramos más a fondo las circunstancias que rodearon al hecho aparentemente insólito. Y así, en definitiva, parece quedar relegado al mero mundo de las apariencias, como hijo de la miopía, la torpeza y la distracción.

Ernesto Sábato.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Te esperé

Sentado debajo de la luna y pensándote, te estaba esperando. Miraba la puerta ansiando el momento de verte atravesarla, te imaginaba cruzando el umbral de las utopías; pero nunca pasó. Nunca llegaste a mis ojos. Nunca te vi arribar a los sueños de un loco iluso que sentía que allí ibas a estar. 
Mirando el cielo, me detuve en una estrella que brillaba a lo alto. Al observarla pensé si en ese momento, vos, donde quiera que estuvieses, la estarías mirando. Cuando creí que si, sentí un aire de paz que recorrió mi cuerpo, sentí que de alguna forma, algo de lo que decía, podía servir para socavar las penas de tu alma. Pero enseguida caí en el otro lado de lo que sentía: ¿y si no la mirabas, porque tus ojos estaban en otra estrella o porque, simplemente, no podías arriesgarte a cambiar de estrella? 
El frío de la noche ya había comenzado a dejar rastros en mis manos, el cigarrillo se consumía lento y constante, como las esperanzas de verte llegar. Cuando ya el sol, comenzó a regalar sus primeros rayos al alba, ahí entendí que no ibas a llegar y me marche a dormir, con tus ojos en mi mente, con tus manos en mi alma y con tu nombre en mi pecho.

Antü.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Aqui quedo yo

Miro por la ventana y veo como te marchas.
Un simple adiós sale de tu boca y se pierde en los sueños perdidos de un joven cautivado que reza por tu amor. En cada momento, te escapas como agua por mis manos cuando intento agarrarla. No puedo evitar sentir la necesidad de que no te vayas. Tanto tiempo oculto bajo el manto del silencio, que una vez decidido a escribir una nueva pagina en mi vida, no puedo retener el vendaval de pasión y pensamientos que surge, cual volcán en erupción, del medio de mi pecho.


La otra noche te soñé. Te tenía frente a mi, y yo tan solo te miraba. Miraba tus ojos y me perdía en el maravilloso y misterioso infinito de tus secretos. Te miraba y mi corazón aceleraba. Mis manos, temblorosas, se acercaban a tus manos y las sujetaban. Te tomaba de las manos, y te acariciaba. Mi consciente bien en claro tenía que simplemente era una quimera irracional de mis mayores anhelos.
A veces pienso cómo haré para demostrarte todo lo que siento. Es ahí cuando llego al callejón sin salida, donde no se como continuar. Sin verte, sin hablarte, sin mirarte, sin sentirte, es como pretender perder el miedo a nadar sin tocar el agua.
Y cuando dices adiós, te vas. Y todo continua, el tiempo sigue su curso, el reloj no detiene su marcha y aquí quedo ... pensándote.


Antü

miércoles, 22 de agosto de 2012

No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino,
no congeles el júbilo
no quieras con desgana.
No te salves ahora ni nunca,
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo.
No dejes caer los párpados pesados
como juicios,
no te quedes sin labios,
no te duermas sin sueño,
no te pienses sin sangre,
no te juzgues sin tiempo
pero si pese a todo no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados pesados como juicios
y te secas sin labios y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil al borde del camino
y te salvas entonces no te quedes conmigo.

Mario Benedetti.

viernes, 17 de agosto de 2012

Renuncio a ser adulto.

Con la presente, presento mi renuncia a ser adulto. 
He decidido aceptar la responsabilidad de tener seis años nuevamente. 
Quiero navegar barquitos de papel en un estanque y hacer anillos tirando piedras al agua. 
Quiero pensar que los dulces son mejor que el dinero, pues se pueden comer. 
Quiero tener un receso y pintar con acuarelas. Quiero salir cómodamente de mi casa sin preocuparme cómo luce mi cabello. Quiero regresar a mi casa, a una comida casera y que alguien corte mi carne. Quiero recostarme a la sombra de un viejo roble, y vender limonada con mis amigos en un día caluroso de verano. Quiero abrazar a mis padres todos los días y enjugar mis lágrimas en sus hombros. 
Quiero regresar a los tiempos donde la vida era simple… Cuando todo lo que sabía eran colores, tablas de sumar y cuentos de hadas; y eso no me molestaba, porque no sabía que no sabía y no me preocupaba por no saber. Cuando todo lo que sabía era ser feliz porque no sabía las cosas que preocupan y molestan. Quiero pensar que el mundo es justo. Que todo el mundo es honesto y bueno. Quiero pensar que todo es posible. 
En algún lugar de mi juventud maduré y aprendí demasiado. 
Aprendí de armas nucleares, guerras, prejuicio, hambre y de niños abusados. Aprendí sobre las mentiras, matrimonios infelices, del sufrimiento, la enfermedad, el dolor y la muerte. Aprendí de un mundo donde saben cómo matar y lo hacen. ¿Qué pasó con el tiempo en que pensaba que todo el mundo viviría para siempre, porque no entendía el concepto de la muerte, excepto cuando perdí a mi mascota? Cuando pensaba que lo peor que pasaba era que alguien me quitara mi pelota de jugar o me escogiera de último para ser su compañero de equipo. Cuando no necesitaba lentes para leer. Quiero alejarme de las complejidades de la vida y excitarme nuevamente con las pequeñas cosas una vez más. 
Recuerdo cuando era inocente y pensaba que todo el mundo era feliz porque yo lo era. Caminaría de nuevo en la playa pensando solo en la arena entre los dedos de mis pies y la caracola más bonita que pudiera encontrar sin preocuparme por la erosión y la contaminación. Pasaría mis tardes subiendo árboles y montando mi bicicleta hasta llegar al parque, sin la preocupación de que me secuestren. No me preocupaba el tiempo, las deudas, o de dónde iba a sacar el dinero para arreglar el carro. Sólo pensaría en qué iba a ser cuando grande, sin la preocupación de lograrlo o no.
Quiero vivir simple, nuevamente. No quiero que mis días sean de computadoras que se inhiben, de la montaña de papeles en mi escritorio, de noticias deprimentes, ni de cómo sobrevivir unos días más al mes cuando ya no queda dinero en la chequera. No quiero que mis días sean de facturas de médicos o medicinas. No quiero que mis días sean de chismes, enfermedades y la pérdida de seres queridos. Quiero creer en el poder de la sonrisa, del abrazo, del apretón de manos, de la palabra dulce, de la verdad, de la justicia, de la paz, los sueños, de la imaginación. Quiero creer en la raza humana y quiero volver a dibujar muñecos en la arena… 
¡Oh, siii! Quiero volver a mis seis años nuevamente… y ya está decidido.

Anónimo.

sábado, 2 de junio de 2012

Poema a la Clase Media

Clase media
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande
Desde el medio mira medio mal
a los negritos
a los ricos a los sabios
a los locos
a los pobres
Si escucha a un Hittler
medio le gusta
y si habla un Che
medio también
En el medio de la nada
medio duda
como todo le atrae (a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y (medio confundida) sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan(medio en las sombras)
a veces, solo a veces, se dá cuenta(medio tarde)
que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina
Así, medio rabiosa
se lamenta(a medias)
de ser el medio del que comen otros
a quienes no alcanza a entender
ni medio.


Mario Benedetti.

jueves, 5 de abril de 2012

Manual del Guerrero de la Luz

- En la playa al este de la aldea, existe una isla, con un gigantesco templo lleno de campanas - dijo la mujer.

El niño reparó que ella vestía ropas extrañas y llevaba un velo cubriendo sus cabellos. Nunca la había visto antes.

- ¿Tú ya lo conoces? - preguntó ella -. Ve allí y cuéntame qué te parece.

Seducido por la belleza de la mujer, el niño fue hasta el lugar indicado. Se sentó en la arena y contempló el horizonte, pero no vio nada diferente de lo que estaba acostumbrado a ver: el cielo azul y el océano.

Decepcionado, caminó hasta un pueblecito de pescadores vecino y preguntó sobre una isla con un templo.

- Ah, esto fue hace mucho tiempo, en la época en que mis bisabuelos vivían aquí - dijo un viejo pescador -. Hubo un terremoto y la isla se hundió en el mar. Sin embargo, aun cuando no podamos ya ver la isla, aún escuchamos las campanas de su templo, cuando el mar las agita en su fondo.
El niño regresó a la playa e intentó oír las campanas. Pasó la tarde entera allí, pero sólo consiguió oír el ruido de las olas y los gritos de las gaviotas.
Cuando la noche llegó, sus padres vinieron a buscarlo. A la mañana siguiente, él volvió a la playa; no podía creer que una bella mujer pudiese contar mentiras. Si algún día ella regresaba, él podría decirle que no había visto la isla, pero que había escuchado las campanas del templo que el movimiento del agua hacía que sonasen.

Así pasaron muchos meses; la mujer no regresó, y el chico la olvidó; ahora estaba convencido de que tenía que descubrir las riquezas y tesoros del templo sumergido. Si escuchase las campanas, sabría su localización y podría rescatar el tesoro allí escondido.
Ya no se interesaba más por la escuela, ni por su grupo de amigos. Se transformó en el objeto de burla preferido de los otros niños, que acostumbraban a decir: "Ya no es como nosotros, prefiere quedarse mirando el mar porque tiene miedo de perder en nuestros juegos".
Y todos se reían, viendo al niño sentado en la orilla de la playa.
Aun cuando no consiguiese escuchar las viejas campanas del templo, el niño iba aprendiendo cosas diferentes. Comenzó a percibir que, de tanto oír el ruido de las olas, ya no se dejaba distraer por ellas. Poco tiempo después, se acostumbró también a los gritos de las gaviotas, al zumbido de las abejas y al del viento golpeando en las hojas de las palmeras.
Seis meses después de su primera conversación con la mujer, el niño ya era capaz de no distraerse por ningún ruido, aunque seguía sin escuchar las campanas del templo sumergido.
Otros pescadores venían a hablar con él y le insistían:

- ¡Nosotros las oímos! - decían.

Pero el chico no lo conseguía.
Algún tiempo después, los pescadores cambiaron su actitud.

- Estás demasiado preocupado por el ruido de las campanas sumergidas; olvídate de ellas y vuelve a jugar con tus amigos. Puede ser que sólo los pescadores consigamos escucharlas.

Después de casi un año, el niño pensó: "Tal vez estos hombres tengan razón. Es mejor crecer, hacerme pescador y volver todas las mañanas a esta playa, porque he llegado a aficionarme a ella". Y pensó también: "Quizá todo esto sea una leyenda y, con el terremoto, las campanas se hayan roto y jamás vuelvan a tocar".
Aquella tarde, resolvió volver a su casa.
Se aproximó al océano para despedirse. Contempló una vez más la Naturaleza y, como ya no estaba preocupado con las campanas, pudo sonreír con la belleza del canto de las gaviotas, el ruido del mar, el viento golpeando las hojas de las palmeras. Escuchó a lo lejos la voz de sus amigos jugando y sintióse alegre por saber que pronto regresaría a sus juegos infantiles.
El niño estaba contento y - en la forma en que sólo un niño sabe hacerlo - agradeció el estar vivo. Estaba seguro de que no había perdido su tiempo, pues había aprendido a contemplar y a reverenciar a la Naturaleza.
Entonces, porque escuchaba el mar, las gaviotas, el viento en las hojas de las palmeras y las voces de sus amigos jugando, oyó también la primera campana.
Y después otra.
Y otra más, hasta que todas las campanas de templo sumergido tocaron, para su alegría.
Años después, siendo ya un hombre, regresó a la aldea y a la playa de su infancia. No pretendía rescatar ningún tesoro del fondo del mar; tal vez todo aquello había sido fruto de su imaginación, y jamás había escuchado las campanas sumergidas en una tarde perdida de su infancia. Aun así, resolvió pasear un poco para oír el ruido del viento y el canto de las gaviotas.
Cual no sería su sorpresa al ver, sentada en la arena, a la mujer que le había hablado de la isla con su templo.

- ¿Qué hace usted aquí? - preguntó.

- Esperar por ti - respondió ella.

Él se fijó en que, aunque habían transcurrido muchos años, la mujer conservaba la misma apariencia: el velo que escondía sus cabellos no parecía descolorido por el tiempo.
Ella le ofreció un cuaderno azul, con las hojas en blanco.

- Escribe: un guerrero de la luz presta atención a los ojos de un niño. Porque ellos saben ver el mundo sin amargura. Cuando él desea saber si la persona que está a su lado es digna de confianza, procura verla como lo haría un niño.

- ¿Qué es un guerrero de la luz?

- Tú lo sabes - respondió ella, sonriendo -. Es aquel que es capaz de entender el milagro de la vida, luchar hasta el final por algo en lo que cree, y entonces, escuchar las campanas que el mar hace sonar en su lecho.

Él jamás se había creído un guerrero de la luz. La mujer pareció adivinar su pensamiento.

- Todos son capaces de esto. Y nadie se considera un guerrero de la luz, aun cuando todos lo sean.

Él miró las páginas del cuaderno. La mujer sonrió de nuevo.

- Escribe sobre el guerrero - le dijo.

Paulo Coehlo

viernes, 24 de febrero de 2012

No te rindas

No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo. Porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas, quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron, vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar un canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.
Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti.

jueves, 9 de febrero de 2012

Barro, tal vez

Si no canto lo que siento
me voy a morir por dentro
he de gritarle a los vientos hasta reventar
aunque sólo quede tiempo en mi lugar
si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada
he de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar
ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo
canción barro tal vez....
y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar
ya me apuran los momentos
ya mi sien es un lamento
mi cerebro escupe ya el final del historial
del comienzo que tal vez reemprenderá
si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada
he de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar
ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo canción
barro tal vez...
y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar.

Luis Alberto Spinetta.