jueves, 29 de julio de 2010

Ayer pasaste a mi lado, y no me viste.

Ayer pasaste a mi lado, y no me viste.
No se si no me viste o no quisiste verme, pero la cuestión es que yo si te vi. Estabas igual de radiante, brillando a tu paso como un lucero. Llevabas tu sonrisa picaresca en el rostro, algo tan habitual en vos como el brillo de tus ojos.
Han pasado largos años desde la última vez que nuestros ojos se entrelazaron en una mirada. ¿Qué habrá sido de tu vida? ¿Habrás llorado? ¿Habrás sufrido? ¿Te habrás sentido sola y desamparada? Tal vez sea todo lo contrario; no lo se, ni lo sabré. Solo me alcanza con saber que aún tengo en mis labios, el recuerdo de tus besos, aún conservo el perfume de tu piel en mis manos y, en mis pupilas, tus gestos de amor. Todavía no olvido aquella noche en el teatro, donde te aferraste a mi mano fría y me mirabas de reojo. Recuerdo esas caminatas invernales, bajo la helada matinal y aquellos abrazos tibios que nos dábamos antes de despedirnos.
Ahora que escribo estas palabras me estoy preguntando: ¿qué pasó, en aquel entonces, que nos dejamos de ver? ¿Qué se rompió o se perdió? No lo se y, esta vez, no quiero saberlo porque me conformo con que ayer pasaste a mi lado, y no me viste.

Antü

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