Me siento a escribir
aquello que tanto me cuesta expresar, tal vez por incapacidad, tal
vez por inseguridad, tal vez por cobardía, o simplemente porque no
lo se explicar.
Amo a una mujer.
Si, la amo, con todo
lo que eso conlleva: los claros, los oscuros, las risas, las
lágrimas, la alegría, la melancolía. La amo con su valentía y su
cobardía, con sus certezas y sus inseguridades, con sus palabras y
con sus silencios. La amo con nuestros pasados, el suyo, el mío; con
nuestro presente, sorprendente y deslumbrante; con nuestro futuro,
inciertamente maravilloso.
Amo a una mujer, amo
a ésta mujer; la amo a ella.
Ella es dueña de
todo aquello que yo creía que no existía, de cosas que creí
extintas. Ella puede llevarme por los cielos como un barrilete es
llevado por el viento y también puede arrastrarme por la tierra como
un carrito de un niño.
Ella tiene una
galaxia en cada uno de sus ojos, llena de estrellas, llena de
misterios infinitos, y de maravillas nunca vistas. Sus ojos, cual
talón de Aquiles, me vulneran, me desarman las estructuras armadas
en materias del corazón. Me dejan desnudo, a su lado, perdido en ese
mar de constelaciones y nebulosas.
Ella tiene la mágica
capacidad de tocarme el alma, de extraer la esencia y poner a
disposición de ella, pero también de mi, permitiéndome descubrir
que se puede ser feliz, mas allá de la razón.
Ella apareció en mi
vida, cuando mas la necesitaba, cuando mas vulnerable estaba, cuando
mas creí que el tiempo se me escurriría de las manos, estando en
soledad. Desembarcó en este puerto, con un par de canciones en su
haber, una sonrisa maravillosa, una mirada expectante y un silencio
respetuoso para permitirse escuchar.
Y me habló de
almas, y de piedras. Me dijo tantas cosas, hermosas, que aún hoy
recuerdo.
Me dijo que un mes,
como Abril, podía ser bello a pesar de que para mi había sido solo
tormenta.
Me dijo que un beso
en la nariz, podía ser una maravillosa expresión de amor.
Me dijo que en la
vida, todo, pero absolutamente todo pasa, excepto el amor.
Me dijo que dar un
abrazo sana, a pesar de que no exista un por qué para hacerlo.
Me dijo que me
amaba, que era importante para ella, y que se sentía feliz.
Me dijo que tenía
que desconectar el cerebro, para poder conectar el corazón.
Me dijo que yo le
estaba enseñando cosas que ella desconocía. Ella no sabía que la
que me estaba enseñando era ella a mi.
Y entre tanto que me
dijo, mi corazón, que es como un copón de vino antiguo, se fue
llenando gota a gota de ella, de su amor, y de su luz. Y cuando ese
amor lleno el copón, empezó a desbordar, a correr por todos lados,
como corre un río embravecido hacia el mar; con fuerza, con
intensidad, con entrega, con amor. Así fue como mi corazón empezó
a fluir, como fluye el agua de un manantial, para luego convertirse
en un arroyo, para pasar a ser un río, y que ese río será mar, y
ese mar, océano. Y ese océano, sera parte de un planeta, que junto
a otros, sera un sistema planetario, que es parte de una galaxia, y
que esa galaxia existe, sola y exclusivamente en sus ojos, en el
interior de los ojos de ella.
Antü.
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